Talleres

En medio de una serie de paradojas, se mueven las sociedades contemporáneas. Mientras aumenta la cantidad de información, disminuye la claridad intelectual y se hace más difícil discernir entre lo real y lo ilusorio, entre verdad y mentira. Mientras aumenta la presión desde la política y la economía hacia la educación para adiestrar en la creencia de que la democracia es la única forma de gobernanza válida, los ciudadanos cada vez creen menos en la democracia. Mientras aumenta el desprecio de los políticos y la desconfianza en las instituciones, se mantiene férreamente la costumbre de “elegir” entre candidatos previamente aprobados formal o informalmente por los partidos políticos dominantes. Las “derechas” se izquierdizan y las “izquierdas” se derechizan… uniéndose sólo cuando se amenaza con sacarlos del poder… Los problemas de la miseria, el daño ambiental, los abusos de poder, narcotráfico y colusiones de poderes económicos y políticos son utilizados por todos los grupos como excusa para imponer sus creencias. Y al cabo de todo, mientras científica y culturalmente se sabe que sólo hay algunas certezas en los dominios de la matemática y de la ciencia natural, mientras en los dominios de las ciencias sociales y humanistas no parece existir ninguna certeza sino que apenas algunas tendencias, probabilidades estadísticas y mas bien esperanzas, se actúa en política, economía y educación como si existieran certezas absolutas respecto de la naturaleza humana, anhelos, propósitos y sentido de la vida, etcétera.

Al final, la educación acabó limitada como sistema, a seguir las direcciones de la economía, a servir de instrumento de aquella para preparar recursos humanos de progreso socio económico; y acabó por convertirse en instrumento de dominación de las conciencias para la política y para las ideologías dominantes.